Mi buena fortuna

Esta madrugada, mientras regresaba a casa atravesando una parte muy peligrosa la ciudad, uno de esos barrios que se transforman en un campo de batalla y carnicería humana al caer la noche.

Apuraba el paso y, mientras avanzaba, miraba ansiosamente hacia todos lados.

Al pasar frente a un solar baldío, ví un billete de veinte dólares tirado en el suelo. Me incliné lo más rápido que pude y lo recogí del suelo. Antes de erguirme nuevamente para continuar mi apurada marcha, ví a pocos metros otros dos billetes de veinte. Caminé varios pasos dentro del solar baldío y también los recogí, solo para notar que más adelante había una línea formada por billetes de la misma denominación.

-- "No puedo ser tan afortunado"- pensé.

Cuando ya tenía las manos y bolsillos llenos de billetes, noté que había una valija de la que colgaban más billetes de veinte. Esos billetes pertenían a un fajo cuya banda de papel se había roto. Pude ver claramente que la banda tenía impresa una cifra nada despreciable: $2,000.00. Abrí completamente la boca de la valija y pude ver varios fajos más, con la banda inatacta, exhibiendo la misma cifra.

Con el corazón latiendo a mil por segundo, me coloqué varios fajos de billetes alrededor de la cintura, dentro de la camisa, en la sudadera (es conveniente andar con sudadera). También me coloqué como cinco fajos de billetes dentro de la gorra de béisbol y en los calcetines. Entonces noté que los fajos de más abajo eran de billetes de cién dólares.

Comencé el proceso de sustituir los fajos de veinte que había colocado alrededor de mi cuerpo con los fajos de billetes de cien. El olor de mi perfume había sido completamente sustituído por el olor de dinero de reciente impresión. Miraba hacia todos lados mientras realizaba toda esa maniobra. Y justo en el momento en que iba a reaunudar mi apresurada marcha y salir como un misil de aquel barrio de mala muerte, me asaltaron unas ganas incontenibles de orinar.

-- "¡Qué fastidio!"- pensé. -"Esto me va a retrasar un poco más, pero ni modo".

Bajé rápidamente la cremallera y cuando me disponía a responder el llamado de la naturaleza, abrí los ojos y, justo sobre mí, vi el abanico de techo que giraba sobre mi cama. Salí casi corriendo hacia el baño y mientras hacía finalmente lo que se hace en esos casos, sentía literalmente cómo se desvanecía mi recién adquirida fortuna.

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