Dios solo necesita una persona

Un hombre solitario frente a una columna de tanques
La palabra necesidad no es adecuada para usarse en relación con la divinidad, ya que Dios existe en sí mismo, sin que requiera de otra cosa fuera de él. Para realizar sus propósitos de redención y preservación, Dios utilizó y utiliza hombres y mujeres que, por llamado divino, son voluntariamente colaboradores suyos.

Ese tipo de necesidad a la que el título hace referencia, es la necesidad de esa persona especial que, en momentos claves de la historia, se ha puesto en la brecha para atajar el mal que sobreviene sobre la humanidad caída, pronunciando la más poderosa de todas las oraciones: “Heme aquí, Señor”.

¿Te has percatado de la triste realidad de nuestro vecindario, nuestra ciudad y nuestro país? Sumado a eso, la difícil situación moral por la que atraviesa la nación de la cual formamos parte y el mundo en general. Es un cuadro desalentador que nos lleva a pensar que para lograr transformar todo este desastre se necesitan legiones de obreros comprometidos con la causa divina. Hay tanta maldad en las noticias sobre tanta violencia y rapacidad que cualquiera supondría que se necesita un policía para vigilar a cada ciudadano.

Mentalmente, yo también he imaginado miles de formas para atajar la decadencia moral a la que nos enfrentamos. Hasta tiene un lugar privilegiado en nuestras iglesias, porque el desánimo, el desaliento y la falta de compromiso nos mantiene a la defensiva. Estamos reaccionando a los acontecimientos en lugar de tomar el papel protagónico de guías y lumbreras de los perdidos.

También yo, como muchos, he estado al margen esperando que otros se alisten para unirme a ellos en la batalla por la fe. Todos esperando por alguien que nunca llega, precisamente porque ese alguien ya está en medio y dispuesto, pero no lo vemos porque no lo queremos ver, sino que queremos ver nuestra insuficiencia, nuestra pequeñez. No necesitas ser alguien especial, ni preparado, ni fuerte. Ni siquiera tienes que ser valiente o atrevido. Solamente dispuesto. Es a través de las personas dispuestas por quienes Dios realiza su obra.

Uno de ellos fue el ridículo aquel que construyó un barco en la montaña, mediante quien Dios preservó a toda la raza humana. Fue a partir de Abraham, el hombre que salió de su país, sin saber a dónde iba, que Dios levantó la nación escogida. Fue un José, el soñador de la túnica de colores, el que Dios usó para salvar a varias naciones de la hambruna.

De manera que Dios solo necesita uno, una sola persona para que el propósito del Creador se cumpla. Alguien que se enfrente a los 900 falsos profetas. Uno que se enfrente a los leones feroces. Ese que anhele reconstruir el muro caído. Aquel que se enfrente al gigante. El que deje su trono y corona. Una persona que diga: “Heme aquí, Señor, envíame a mí”. Entre tantos millones de personas que vienen y van de aquí para allá. Rodeado de tanta gente cuyo corazón arde de ansiedad por lo que ven sus ojos. En medio de tantos creyentes que permanecen sentados esperando recibir en vez de dar. Solo se necesita uno que se ponga de pie. Ese, al que Dios necesita, ¡puedes ser tú!

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