Pudiera ser que estemos siendo opacados por nosotros mismos y no por las circunstancias
Recuerdo que estaba viendo el Juego de Estrellas de la NBA y, en los minutos finales, los narradores daban por sentado que Kobe Bryant sería el Jugador Más Valioso (MVP), porque estaba desempeñándose magistralmente en el tablero de juego. Mientras tanto, Michael Jordan observaba desde la banca toda la acción.
El dirigente lo había colocado ahí y llevaba una buena parte del último cuarto de juego, sin poder aportar a su equipo como tenía acostumbrados a todos los fanáticos del baloncesto. Kobe estaba imparable; en realidad merecía cada elogio que decían los narradores y, en cada vuelta del juego, hacía gala de su talento.
Faltando solamente cuatro minutos, la tercera parte del último cuarto, el dirigente le dijo a Jordan que volviera al juego. Para sorpresa de muchos y beneplácito de todos, Michael entró como un torbellino al tablero. Hizo de todo. Anotó canastos, realizó "turn overs", recibió rebotes; en fin, le dió una lección soberana a Kobe de cómo debe brillar una estrella en el firmamento baloncelístico.
Aquel fue el tercero y último galardón de Jugador Más Valioso para Michael Jordan. Sin embargo, con el paso de los años, Kobe Bryant logró superar al "boss" acumulando cuatro MVP en Juegos de Estrellas de la NBA, además de aportar a varios campeonatos de los Lakers de Los Ángeles.
Hay que seguir brillando
Para muchas personas les resulta humillante que otros, especialmente los que ejercen alguna autoridad sobre ellos, tomen decisiones que limitan sus acciones. Sienten que están menospreciando sus talentos y la capacidad, humana y profesional para realizar las cosas para las cuales están dentro de una organización.
Terminan prematuramente sus carreras, bajando la guardia y bajando los estándares de calidad de sus ejecutorias, a partir del momento en punto que se sienten menospreciados. Pasan del estrellato al estrellamiento; del alto desempeño al trabajo mediocre; del compromiso con sus dones y talentos, a funcionar por debajo de los niveles de calidad con que una vez se les identificó.
Hay que mantener la mirada en el tablero; sentir cada jugada que se observa desde el banco. Todos somos parte de un mismo equipo, por lo que cada acción cuenta, incluyendo estar preparados para entrar en acción cuando aquellos que una vez nos detuvieron, vuelvan a llamarnos a la línea de producción, al taller de ensamblaje, a la calle a hacer entregas, al salón de clases, al conjunto musical...
Quizás no haya sido menosprecio sino una forma de bajar los humos. Somos muy propensos a perseguir el protagonismo y, al mismo tiempo, perder la forma que nos ayuda a trabajar en equipo.
- Basilio Guzmán
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