Estamos viviendo en un tiempo de excesiva necesidad de expresión, al mismo tiempo que escuchamos muy poco o totalmente nada. El uso de dispositivos nos permite descubrir esa carencia de atención empática de manera rápida y efectiva. En las redes sociales, la inmensa mayoría de los usuarios consumen contenido y son menos los que producen contenidos.
Esta disparidad pudiera ser la causa de la pérdida de interacciones que se ha venido experimentando durante los pasados cinco años; el exceso de contenido reciclado que ha sido creado por los pocos, se comparte casi de manera mecánica por los muchos y, sin ser contenido viral, aparece repetidamente en el muro personal procedente de varios contactos.
La respuesta más sencilla es mirar apáticamente la pantalla del dispositivo y pasar de un contenido al siguiente sin mucha expectación.
Volviendo al tema de las historias, lo que se pierde es la oportunidad única de servir de apoyo a quienes realmente necesitan un respiro, un oído que los escuche, un hombro sobre el cual apoyarse, alguien que los inspire a recobrar la confianza perdida...
Todos tenemos alguna historia que contar y, al contarla se corre el riesgo de que se pierda entre las histerias que se apoderan del discurso público y ahogan lo que es importante: las relaciones humanas, el diálogo más allá del discursismo y la empatía que nos permita leer más allá de las palabras que se ven en la pantalla.
- Basilio Guzmán
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